Por lo cual te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti por la imposición de mis manos. Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio. Por tanto, no te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor…
2 Timoteo 1:6-8ª
Alguien dijo en una ocasión: «A veces nuestra luz se apaga, pero otro ser humano vuelve a encender la llama. Debemos estar profundamente agradecidos hacia quienes reavivaron esa luz».
Seguramente habrás visto igual que yo en algunas ocasiones una caja normalmente de madera (ya sea en la vida real o en las películas) que tiene unas palabras en rojo muy grandes que dice: «¡PELIGRO! ¡DINAMITA!». ¿Verdad que sí las has visto…?
Si tienes la posibilidad de ver alguna en vivo, quizás podrás notar que ya en esas cajas solo encuentras «cacharros o cachivaches», como solemos decir. Ya son cajas que han dejado de provocar respeto en muchos de nosotros. Querido amigo lector, la vida de los creyentes tendría que estar llena de auténtica dinamita divina. Del poder que solo viene de la presencia de Dios para poder testificar con nuestras vidas, palabras y testimonio, como dijo el Apóstol Pablo: «Que el Evangelio es Poder (dinámico) de Dios…». Qué triste que la vida de muchos cristianos en vez de decir: ¡Peligro, trae el poder de Dios!, solo encuentran una caja llena de «cacharros o cachivaches» …
Pablo lo exhorta a Timoteo a que «avive el fuego del don de Dios». Literalmente significa «mantén viva la llama, atiza las brasas y no dejes que se apague el fuego». No tenemos tiempo para medias tintas. La mediocridad es subir hasta la mitad de la montaña y detenerse. Tiene partes iguales de grandeza y fracaso. Representa una vida que ha perdido el celo, la pasión y el fuego. ¡Dios quiera que eso no te pase a ti ni a mí!
Tomados del libro de devocionales del Pastor: “Meditad sobre vuestros caminos”.