El eco de tu voz

Así que todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas

Mateo 7:12

Quizás habrás oído el cuento del muchacho que vivía en un bosque. Un día creyó escuchar la voz de otro chico allá a lo lejos. Gritó:

¡Hola! ¡Hola!.

Y la voz le respondió:

¡Hola! ¡Hola!.

El niño no sabía que se trataba del eco de su propia voz, y entonces comenzó a gritar insultos que eran contestados inmediatamente. Después de un rato, entró a su casa y le contó a la madre que había un muchacho muy malo en el bosque. La madre, que comprendió el caso, le dijo que le hablara bondadosamente al muchacho para ver si le respondía del mismo modo. El chico salió de nuevo, hizo la experiencia, y encontró que sus palabras de cariño eran contestadas de la misma manera… Bastante ilustrativo, ¿no crees?

            Seguramente habrás estado alguna vez en algún lugar donde has podido oír el eco de tu voz. Quizás cuando éramos pequeños y oíamos por primera vez ese eco, nos parecía un juego muy divertido. E incluso hoy, si volvemos a estar en algún lugar donde podamos disfrutar de esa acústica, quizás digamos algunas palabras que nos volverán a nosotros a modo de eco.

            Pero en estos momentos, yo no quisiera que pensaras en el eco como un sencillo juego o pasatiempo. Me gustaría que pudieras reflexionar en el eco de tus palabras y acciones, que cada día de una u otra forma está marcando tu vida.

¿Qué es lo que otros oyen de ti? ¿Qué ven en tu vida diaria? En definitiva: ¿Qué eco estás trasmitiendo?

A veces no somos conscientes de que las personas nos están mirando. No somos conscientes de que cada cosa que podemos hacer como personas cristianas tiene una trascendencia mayor de lo que podemos imaginar, y un eco que tendrá su repercusión en la eternidad.

Debemos pensar que como a nosotros nos gustaría que nos trataran, así deberíamos tratar a los demás. Intentemos poner algún ejemplo: ¿Te gustaría que hablaran mal de ti? ¿Verdad que no? Pues entonces no deberíamos hablar mal de otros. ¿Te gustaría que te trataran con cariño y respeto? ¿Verdad que sí? Pues entonces deberíamos hacer lo mismo. ¿Te gustaría…? Y termina tú la frase. Pues entonces deberíamos hacer lo mismo.

A veces nuestra vida en general habla tan alto, que no se pueden escuchar nuestras palabras.

El eco o las huellas que quieras dejar en la vida no depende de otros ni de las circunstancias. Simplemente depende de ti y de tu actitud. Dejarás el eco y la huella que quieras dejar en tu vida. Y recuerda: lo que aquí hagas tendrá su repercusión en la eternidad.

Tomados del libro de devocionales del Pastor: “Meditad sobre vuestros caminos”.